La tercera (edad) no es la vencida

Noticultura

Enrique Delgadillo Lacayo

«El Gobierno y la Policía les tienen miedo a los jóvenes», afirma Miguel Noguera, de 62 años, afectado por una lesión en las caderas. Sentado en las gradas de un taller de automóviles, bajo la pálida iluminación de la calle, observa a un grueso cordón de policías que resguardan el perímetro sur del Instituto Nicaragüense de la Seguridad Social (INSS). Este edificio, construido durante la administración de Luis Somoza Debayle, es ocupado por un grupo de ancianos desde el lunes diecisiete de junio.

«Los viejitos», como les llaman los más jóvenes, tienen cinco años de protesta y diálogo, diálogo y protesta con una comisión de la Asamblea Nacional y otros representantes del Gobierno para obtener lo que el artículo 48 de la Ley de la Seguridad Social dispone:

… podrán concederse pensiones reducidas no menores del 40 % del salario prescrito para aquellos casos en que habiendo el asegurado cumplido la edad de retiro, no haya cumplido el período calificado, siempre que acredite como mínimo absoluto cinco años de pago de cotización.

«Nos sentimos apoyados y alegres de ver a los jóvenes aquí», expresa Marta del Carmen López, de 72 años, diabética, observando el cordón de policías que de un momento a otro, en el menor descuido, absorbe a cualquier manifestante a su lado de la frontera. A medida que la noche avance, irán siendo «absorbidas» por el cordón policial hasta siete personas que veremos ser arrastradas al lado oscuro de la fuerza pública bajo la infalible técnica de los puñetazos, las llaves y las patadas.

«Hoy hay bastante gente, ayer solo éramos como 17», relata Rodrigo Rodríguez, de 28 años, en su segundo día visitando el costado sur del INSS, en apoyo al adulto mayor. Después me dirá que sale del trabajo a las 6.00, que seguirá llegando al terminar su jornada laboral.

En los altoparlantes anuncian a las personas que han sido detenidas por la Policía Nacional: Elvis Bustos, Moisés Flores, Elías Úbeda, Marlia Avendaño, Heyker Palacios; a la lista se agregarán más nombres a medida que la noche avance. Todos jóvenes.

La gente va y viene, quienes no se mueven son los ancianos, que descansan en la cuneta y en el asfalto, con templanza de roble. Cuando un periodista radial le pregunta a uno de ellos, que dice tener la edad del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra (68 años): hasta qué consecuencias piensan llegar; este contesta: «Tenemos cinco años protestando, cuando éramos solo veinte; ahora somos más y llegaremos hasta las últimas consecuencias».

Mientras tanto, en el edificio del INSS cortan el suministro de energía eléctrica y agua potable, las donaciones que llegan no pueden atravesar el cordón azul, que cobra más y más la forma de ese cordón que pende entre la hombrera y las medallas de un mariscal. El agua no puede pasar; la comida, tampoco. Llevan tres días encerrados. Pero tienen más tiempo encerrados en el artículo 48, en su convicción. Están aislados.

Nadie detiene el tiempo, ni siquiera la muerte. Entre los manifestantes un joven pide con megáfono en mano que le permitan atravesar el cordón de policías, pues su madre falleció esta tarde y el ataúd está en el INSS. El artículo 55 de la Ley de Seguridad Social va así: «El seguro de muerte tiene por objeto subvenir a las necesidades básicas de los dependientes económicos del asegurado o pensionado fallecido».  El grupo de manifestantes consigue que el joven cruce la frontera y emprenda la búsqueda del féretro.

Esta no es cualquier protesta. Desde hace cinco años, cada vez que la Unidad del Adulto Mayor sale a protestar, alguien cae en el camino. Hablamos de personas que juegan el tiempo extra de su rebeldía.

En la madrugada los jóvenes bailarán, asestarán su crítica contra el cordón inamovible de fuerza pública, levantarán carteles con el mensaje más importante de la noche: Queremos nuestra pensión reducida. Comienza la organización, unos a recoger la basura de la calle, otros a repartir café y galletas. Esta noche los «viejitos» están acompañados, la pregunta cae desde la más alta experiencia como un terrible fardo:  ¿por cuánto tiempo?

 

Pensión es un perro de la calle

 

Un perro de la calle es como un símbolo patrio, está en todos lados, complementa estaurbe semirrural y ahora uno se pasea entre las piernas de los manifestantes. Le apodan Pensión y sus costillas en alto relieve combinan con su nuevo mote.

La madrugada del jueves 20 de junio los ancianos fueron desalojados del INSS. En la noche evanescente de Managua, varios jóvenes ignoraban esto, y hubo quien mantuvo la consigna de dejar pasar el agua y los alimentos. Pronto le aclararon lo sucedido: «Sacaron a los viejitos del edificio». Pero los policías siguen ahí, como si detrás de ellos descansara el mismísimo presidente de la República.

«No queremos protestar, queremos ayudarles a que tengan la oportunidad de protestar», dice Pablo Avendaño, voluntario en asilos que junto a estudiantes de medicina del Hospital Militar y la UNAN llegaron espontáneamente a brindar su ayuda.  «La medicina es un servicio, nos entregamos por la salud de las personas, no jugamos a ser dioses, jugamos a ayudar a Dios, venir aquí es obligación de todo médico», declara Luis Carlos Balmaceda, al tiempo que otro lo interrumpe para preguntarle si ha podido descansar, que viene otro a relevarlo.

Hoy vino más gente, hay más organización, también más policías y como aporte a la infraestructura del plantón se levantaron dos champas para guarecer a los ancianos del sol y la lluvia que amenaza con desatarse sobre la capital.  Una canción de Milly Majuc llena el ambiente de ánimo: «El presidente miente bien, está pendiente». Cuando suenan «Give me the power», en la Estación 3 de la Policía siguen detenidos: Fred Oporta, Ronie Padilla, Axel Martínez, Agner Balladares, Erick González, Mauricio Martínez, Ronald Vivas y Javier Munguía.

La Estación 3 es una mota oscura rodeada por el humo de fogatas de basura. Otro cordón de policías bloquea la entrada a la estación. Por aquí y por allá una madre, un padre o un amigo de los detenidos.

Una de las madres intenta contenerse y reprime su llanto mientras nos cuenta: «Mi hijo ha sido criado con buenos valores, siempre le he dicho que si él tiene y alguien le pide, que sea solidario y comparta aunque se quede sin nada, Dios no nos abandonará». Hace una pausa para respirar, pero no puede terminar la frase: «Es mi hijo y me duele verlo raspado, tiene la mejilla inflamada…». Llanto; no termina de hablar.

 

Parece que va a llover

 

Un día después, sobre Axel Martínez recaerá una acusación por obstruir el actuar policial. Quienes estuvieron en el lugar cuando lo detuvieron, como Moisés Flores, responden que Axel solo intentó proteger a un viejito de que lo golpeara un policía. A Moisés, en cambio, lo apresaron llevando víveres a los ancianos, mientras estos estaban en el INSS;  quisieron mover el alimento por el techo de las casas, pero alguien del barrio los delató y fueron capturados.

Van más de veinte jóvenes detenidos en tres días. Más de cien jóvenes aparecen en el plantón cada día, esto es inusual, en Nicaragua la cultura de la protesta es raquítica. Desde el regreso de Daniel Ortega a la Presidencia, en 2007, sindicatos, organizaciones universitarias y otros actores sociales, casi naturales de estas actividades, se plegaron a la política gubernamental; no hay manifestación «independiente» que no sea tildada de un ataque de la derecha, de intento por desestabilizar el país.

Esto es inusual: jóvenes protestando. Otra vez el reto, la duda, la escaramuza que se filtra en la nariz provocando el estornudo: jóvenes protestando, ¿por cuánto tiempo?

http://www.noticultura.com/2013/06/21/la-tercera-edad-no-es-la-vencida-2/